Cuando las Aguas Salieron de Cauce, Sembrando Desolación

Recopilación del Periódico Impreso Tercera Edad , año 2003

 

Cuando las Aguas Salieron de Cauce, Sembrando Desolación

Por Octavio Páez Chavira

Fue la noche del ocho de septiembre de 1944, fecha que no se borra de la mente de la gente del mineral de Parral, cuando las aguan del río que cruza la ciudad, se salieron de madre, causando destrucción y muerte a su paso. Fueron unas horas, tres o cuatro, pero parecieron siglos.

Se cumplen ya sesenta años, más de medio siglo y aún hay a quien le tiemblan las piernas al recordar el suceso.

Nunca se supo a ciencia cierta cuántas personas murieron, aunque las autoridades señalaron sólo a 38, entre ellas a Jesús Valdés Montes “El Cuadrado” y una veintena de jovencitas, ahogadas porque no pudieron salir de la celda donde las tenían enclaustradas, en un asilo manejado por religiosas, que dejaban cerrada con candado la puerta.

Desde el mes de octubre, a diario, estuvo cayendo una lluvia ligera en la región y con frecuencia el río llegaba crecido, a lo cual los pobladores se habían acostumbrado-

Ese día, a eso de las siete de la tarde llegó la noticia de que en la sierra de Santa Bárbara, por Los Azules, había caído una “culebra”, es decir, que la tormenta era mucho mayor de lo acostumbrado y que las aguas venían arrastrando casas de mineros y rancheros, animales, muebles. En fin, todo lo que encontraba a su paso.

El lecho del Río Parral comenzó a llenarse otra vez. La gente que vivía en las orillas se había acostumbrado a verlo. Había quien se paraba en los puentes para ver las aguas y qué arrastraban a su paso.

Tanto había llovido en esos días y tantas falsas alarmas se dieron que poca importancia se le daba al hecho.

Pero, a partir de esa noche, nada fue igual en Parral.

A eso de las nueve y media de la noche comenzó la tragedia, cuando se hizo sonar la sirena mayor de la mina La Prieta, aquel famoso pito que marcaba las horas de entrada y salida de los trabajadores y muchas de las costumbres de la región.

El pito se acostumbraba sonara a las diez de la noche y eso fue lo que causó la alarma. Minutos más tarde, las campanas de los templos se echaron al vuelo y mucha gente comenzó a salirse de sus casas para buscar los sitios altos, pero hubo quien pensó que se trataba, otra vez, de una falsa alarma y no prestó atención.

Para las once de la noche, el arroyo que bajaba por la Jesús García para desfogar en el río, se llenó de troncos y basura que arrastraba la corriente y se formó una gran laguna de casi dos metros de alto, inundando la mayor parte de las tiendas de la calle Maclovio Herrera, antigua Mercaderes y que en su mayor parte eran de comerciantes árabes, causando la ruina de muchos de ellos.

En ese lugar murió al pisar un cable de energía eléctrica Jesús Valdés Montes, cuyo cadáver fue encontrado días después, sepultado por el fango, por un bombero a quien apodaban El Pinzas, por faltarle tres dedos de la mano derecha y que tenía poco de haber llegado a Parral para organizar el cuerpo de bomberos, ya que el Gobernador del Estado, don Alfredo Chávez, había enviado una “apagadora”.

Ya para las doce de la noche llegaba lo fuerte de las aguas y la gente abandonaba sus hogares para buscar refugio en las partes más altas.

Las puertas del cerro donde está la mina La Prieta se abrieron para que la gente se refugiara ahí por ser de las partes más altas. Hubo quien corrió al Cerro del Pulpito o al de Las Borregas.

El Cine Alcázar fue convertido en refugio y no se sabe de dónde., aparecieron cobijas. Se dio preferencia a los niños y a los ancianos en los lugares más cómodos para que descansaran. Muchas mujeres, por todos los rumbos de la ciudad, se hincaban en las calles, llorando, a rezar.

Las labores en la mina se interrumpieron para que los trabajadores fueran a auxiliar a sus familias. Don Marcos Fowler, jefe de la compañía minera, abrió las bodegas para sacar cobijas y comida que fueron distribuidos.

Ya para las cinco de la mañana, había pasado lo peor.

A las siete de-la mañana, llegaron al Cine Alcázar varios canastos con pan que mandaba don José María Gómez, propietario de la panadería La Fama y no faltó quien se procurara lo necesario para hacer atoles y café para repartir a los asilados.

La gente comenzaba a bajar a sus casas. Hubo quienes encontraron sólo ruinas o sus viviendas saqueadas, por raterillos que nunca faltan en esas tragedias.

Al día siguiente llegó el Gobernador del Estado y de paso se dió cuenta de que parte de su rancho, Las Cuevas, junto con un pequeño zoológico, había desaparecido.

Recorrió las calles más afectadas y de inmediato ordenó auxilios para los damnificados y presente estuvo para verificar que se entregaran, acompañado de policías rurales de toda su confianza.

Por cierto, ordenó la construcción de una centena de casas en terrenos que eran de la zona de tolerancia, misma que fue cambiada al otro lado del arroyo del Ojito.

Y han pasado setenta años,, y aquella tragedia no se borra de la mente de los parralenses.

Aún se recuerda con misas a quienes fallecieron aquella noche de tragedia.

Hoy se podría decir que Parral volvió a nacer… hace justamente 60 años.