Ávalos, parte de las “Animas” de los Terrazas

Recopilación de las notas más relevantes del Periódico Impreso Tercera Edad que circuló por mas de 20 años.

 

Ávalos, parte de las “Animas” de los Terrazas  edición año 2003 )

*Las tierras se concesionaron a la ASARCO por 99 años, ¿Regresarán a los Terrazas?

*Traían desde Santa Eulalia en “El Piojito” el metal para fundirse. Luego apareció un motovía *Había de todo atrás del cerco: Cine, Billar, Iglesia, Escoceses, Alemanes, Chinos, Etc.

Por: Alejandro Pérez de los Santos

(Primera Parte)

 

Me correspondió reportear Avalos, Roberto Domínguez, el redactor titular había sido enviado a reforzar Gobierno del Estado, fuentes federales y pasé a ocupar su lugar.

Aquella noche, una del mes de mayo, iba a bordo de la camioneta “celular” del periódico, mirando las estrellas, que lucían magníficamente en la bóveda celeste y rodeando cómo mi madre nos señalaba, ya en lejanos días las galaxias y los luceros, nombrándolos a la manera porfiriana: los Tres Reyes, los Ojos de Santa Lucía, las Cabrillas, el carro (osas) menor y mayor, la polvareda de San Pedro, la estrella polar, alacrán, las Tres Marías y allá en la distancia la Cruz del Sur, que me hacía suspirar de nostalgia, pensando que un día conocería a la Argentina, país que estaba de moda con sus tangos melancólicos y dulces y sus películas con mozos peinados con gomina y muchachitas preciosas con el pelo a la garzón, vestidos de percal y zapatitos de charol.

De pronto el cielo se fue iluminando con un resplandor color rubí y ante aquella aurora boreal el chofer nos dijo que era producto de la volcadura de las ollas de grasa incandescente en el “grasero”. El cielo se fue apagando y quedó, ante la luz del rescoldo, firme, airoso, esbelto, el viejo tronerón.

Pero, hagamos algo de historia: Don Luis Terrazas, el después gran terrateniente de Chihuahua se enteró que acababa de llegar Benito Juárez, que era carrereado por los franceses, sonrió y en su cara había algo de ambición.

Juárez, invitó a Terrazas a venir a las sierritas de Santa Eulalia y los dos, el presidente fugitivo y el ranchero norteño hablaron a solas y de ello suponemos se produjo lo siguiente:

Juárez.- “Don Luis, he sabido que usted es hombre fuerte en Chihuahua, y desde luego simpatizador de Maximiliano, pero, qué le vamos a hacer, ¿qué le parecen unas derritas y usted se vuelve republicano?

Terrazas.- “Muy bien, Don Benito, pero ¿qué tierritas, y cuántas?

Juárez.- “Qué le parecen de este cerro hasta aquel otro que se ve en la lontananza?”

Terrazas.- “¿Tan Poquito?”

Juárez.- “No sea codicioso, mi amigo, pero qué le parece hasta aquellas montañas de más allá?”

Terrazas.-“Bueno, ya algo es algo, pero, qué mejor de este cerro en que estamos, aquí derecho a donde hay agua?’

Juárez.- “Concedido, y mejor aún, hasta el desierto, y de este lado allá donde el mundo se cose con correas en el lado opuesto a donde se divise el mar?»

Los dos zorros, el cuerudo de San Felipe el Real y el Indio ladino de Guelatao se dieron fuerte abrazo, y desde entonces Luis Terrazas fue republicano, aunque sólo de dientes para afuera, y dueño de la mitad del Estado Grande, el de los hombros brutos, (así nos llaman los malditos chilangos).

Y lo que hoy son Ávalos, Ranchería Juárez, Morse, Tres Millas, San Guillermo entre otros fueron parte del predio ganadero “Las Animas”, propiedad de Terrazas, que anteriormente o primigeniamente fueron cotos de caza menor y recolección de vegetales de los Tarahumaras y los Chinarras a los que no se les respetó ningún derecho, tal vez por no ser “gente de razón”, y, cosa curiosa, aunque muy común, vemos que el indio despojaba a los indios o sea que le quitaba a los pobres para darle al rico.

Por 1895 se ideó construir una planta beneficiadora de minerales y se escogió Ávalos para crearla, cerca del Rancho de Ávalos, al pie del Cerro Grande, donde había una pequeña estancia y donde funcionó una fragua desde los días de la Colonia, lugar donde se detuvo la caravana que conducía al padre de la patria Don Miguel Hidalgo y Costilla a descansar y a tomar agua, para luego entrar a Chihuahua por el viejo camino atrás de los panteones y tomar la alameda de Santa Rita, hasta la cárcel pública.

Las tierras de Ávalos fueron concesionados a la Esmelda, que así llamaba a la American Smelting and Refining Company, por noventa y nueve años, que ya se cumplieron y nadie sabe si el Gobierno del Estado reclamará que vuelvan a su dominio o dejara todo en manos de los descendientes de Don Luis Terrazas.

Para 1905 ya estaba funcionando la beneficiadora de metales gracias a que “El Piojito” un tren de vía angosta traía de Santa Eulalia, la materia prima. Dicho trenecito se denominó después “Mineral de Chihuahua” y daba servicio de pasajeros. (En uno de sus libros Martín H. Barrios Álvarez describe un viaje en dicho medio de transporte). Después fue suplido por un motovía eléctrico, cuyo “trole” partía de Santa Eulalia (que no se llama Aquiles Serdán, conservando sus raíces de Chihuahuensés y no al capricho de un atajo de diputadas Talamatistas).

Ávalos estaba bardeado, tenía su mercado, su cine, su billar, más tarde tuvo la iglesia de San José Obrero, su colonia extranjera. Ávalos era el pueblo más cosmopolita de todo Chihuahua, había españoles, escoceses, alemanes, italianos, orientales, sirio libaneses, y, desde luego, un titipuchal de gringos. Algunos vivían en el “Hotel Chico” y otros en “Las Quintas”.

Había campos de béisbol, de fútbol, que en aquellos tiempos lo llamaban “la patada”, de golf y hasta de polo. Los avalenses siempre se caracterizaron por su amor al deporte.

(En esta crónica llamaré, por no recordar sus nombres por su apodo a muchas personas, pues esto es costumbre en un pueblo donde casi todos tenían su nombre “de guerra”, que los hacía famosos, destacados y brillantes, y el oscuro patronímico de todos los días), o sea el nombre deportivo y el oficial. Yo ya había vivido en Ávalos, así que cuando regresé me encontré con infinidad de amigos, ya todos grandes, algunos hasta con bigotes, viví con mis padres en las cuadras veinte y nueve, pero lo que menos esperaba era que en mi oficio profesional volviera a esa tierra que me vio de niño. A Cuidad Juárez y a Avalos los he llevado en mi corazón.