¿Cuándo creciste?

Por : Yolanda Joannis Fierro

Periódico impreso de la Tercera Edad

Julio/2014

 

Hoy regresa Lalo mi nieto . Él estuvo de intercambio un año escolar fuera del país.

No puedo aguantar las ganas de verlo, de estrechado y de besarlo. Pero se me olvida que ya no es un pequeño niño, ya es todo un joven y quizá no quiera que me emocione tanto en el aeropuerto donde lo recojamos, porque así son los adolescentes, no quieren que uno exteriorice nuestros sentimientos delante de sus amigos, de sus primos. O quizá valoró mucho a la familia y no le importe. Nos esperaremos a que llegue para ver su reacción.

No sé en qué momento creció, yo me lo imagino todavía con su misma carita, con nuestras noches que pasaban los tres nietos con nosotros, y nos los llevábamos a la Deportiva a que anduvieran en bicicleta los fines de semana cuando nos los dejaban.

En fin, parece que me puse sentimental, a nuestros nietos siempre los veremos niños, y siempre los seguiremos mimando, aun cuando sean grandes.

De buenas que todavía tenemos nietas chicas con nuestra otra hija, y todavía les llama mucho la atención de estar con sus abuelos, aunque viven lejos, ya sea cuando vamos o cuando ellas vienen, son 4 mujercitas, tratamos de “chiplearias».

Reflexiono sobre esto, y me recuerda cuanto disfrutábamos de todas las etapas que pasamos con nuestros hijos, las buenas y las malas, y hoy con nuestros nietos, las repetimos, pero con la ventaja que disfrutamos de lo bonito y que a sus padres les toca ahora educarlos.

Encontré un bello pensamiento que se refiere a los nietos en general.

Si te portas bien amigo mío, Dios te dará un premio. Un hijo.

Si te portas muy bien, amigo mío, Dios te dará un premio aún más grande: Una hija

Si te portas muy, muy bien, entonces, amigo mío, Dios te dará un premio todavía mayor: Un nieto.

Pero si te portas mejor, mejor, mejor, entonces amigo mío, Dios te dará el mayor premio de todos: Una nieta.

¡Bienvenida a este mundo, nietecita mía que naciste ayer!

Me trajiste un recado del buen Dios: quizá después de todo, no me habré portado tan mal si he recibido de Sus manos un regato tan precioso como tú.

De Armando Fuentes Aguirre, ‘Catón’ de su libro Ve abuelitas, abuelitos y otros Ángeles Benditos’

 

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