por Alina Poulain
Ciudad de México, 17 agosto (SinEmbargo).- Este fin de semana se presentan las últimas funciones de la obra Ícaro, de Daniele Finzi Pasca, pionero del “Teatro de la Caricia”, un arte escénico que plantea la ligereza como un masaje para el alma.
El Teatro de la Ciudad es el escenario donde Daniele da vida nuevamente y luego de una década sin representarlo este “monólogo para un solo espectador”. Finzi Pasca es director, coreógrafo, dramaturgo y clown. Nació en Lugano, Suiza, en 1964.
Escribió y dirigió 25 obras para el Teatro Sunil, compañía a la que perteneció la actriz mexicana Dolores Heredia. Escribió y dirigió a pedido el espectáculo Corteo, en 2005, para el Cirque du Soleil. En ese mismo año dirigió la ópera “Aida”, de Giuseppe Verdi en San Petersburgo, con el director de orquesta ruso Valery Gergiev. En 2006 dirigió la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Invierno en Turín, espectáculo que lo hizo merecedor del Swiss Award.
En 2009 fundó la compañía Inlevitas, con Julie Hamelin, con el objetivo de realizar espectáculos acrobáticos, películas y teatro. El primer proyecto fue Love from Afar, para la London’s English National Opera y con el que se presentó luego en Bélgica y Canadá.
Fundador en 2011 de la Compañía Finzi Pasca, a cuyo frente ha diseñado “La Veritá”, un espectáculo acrobático sobre la vida de Salvador Dalí, recibió en 2012 el Hans Reinhart Ring, la distinción más alta que otorga Suiza a sus teatreros.
EL TIEMPO DE ÍCARO
Ícaro se ha presentado en más de seis idiomas alrededor del mundo. Es una pieza teatral que refleja el aprendizaje de Finzi Pasca en la India, cuando estuvo ayudando a enfermos terminales en 1984 y cuyo germen se dio en la juventud, cuando Daniele pasó tiempo en prisión por negarse a hacer el servicio militar en Suiza.
Ícaro es una invitación a despertar la imaginación en momentos difíciles, en laberintos físicos y mentales de los que se puede escapar recreando pensamientos distintos a la realidad. “Soy un actor de lluvia, cuando llueve me salen mejor las funciones, para hacer teatro se necesita de humedad en los ojos..” dice @dFinziPasca en su cuenta de Twitter. –
Cuando un paciente está en el hospital la esperanza va y viene, se duerme y despierta. ¿Es tu show una manera de entretener la esperanza? – Sí, absolutamente. Estar en un hospital es una experiencia que probablemente todos vamos a vivir, nosotros mismos, un pariente, a un amigo. Los hospitales a veces son lugares con esta lucecita extraña que te aplasta, con esta sensación de estar como naufragando y se necesita encontrar una esperanza, una forma de luchar, una forma de resistir.
Este espectáculo habla sobre la fuerza, la resistencia. – Ícaro está muy relacionado con otras historias de esperanza que se desarrollan en entornos difíciles como La vida es bella, de Roberto Benigni… – La vita é bella, Benigni, Dario Fo, Troisi, todos tenemos el mismo origen, nuestra clownería está muy cerca de llorar, pero también de repente de reír.
Estos cambios de clima son lo que hace el virtuosismo que uno trata de encontrar. – Cuentas que Ícaro fue un espectáculo pensado para un solo espectador. ¿Cuáles fueron las reacciones de esos espectadores en los hospitales donde lo llevaste? – Ese era el proyecto, lo hicimos sólo tres veces, porque es muy complicado.
La idea era exactamente realizarlo durante una noche con un paciente elegido por los médicos.
Casi en seguida el Festival de Teatro de Milán nos lo propuso para hacerlo como un trabajo experimental. Esto que era un proyectito, se volvió el caballo de batalla de la compañía. El espectador es como el director de orquesta, el que tiene la batuta, da el tiempo. En una obra de Beethoven, por ejemplo, las notas no cambian, pero el director le da una respiración distinta, lo hace más dramático o más ligero.
Estas personas a las que invito son mis directores de orquesta y sin saberlo, me están dirigiendo. Foto: Especial – ¿Cómo has permeado esa ligereza que te caracteriza en otros proyectos? – Crecí con la idea de ser clown. Vengo de un teatro muy físico.
Ahora cuando dirijo ópera, que es la expresión más rigurosa de la música clásica, sólo aporto mi visión del teatro.
En la película que estoy haciendo con Julie Hamelin, Piazza San Michele, plasmo una historia muy similar a las mías que empecé a hacer porque algunos amigos cineastas me decían: – Tienes que poner en el cine tu lenguaje. – ¿Crees que una buena vida sea una consecuencia del buen uso de la imaginación? –
Una buena vida es seguramente la que uno puede transformar, entender, inventar. Entre más pícaro, alegre, ligero se es, la vida será mejor. Tu entorno será mejor. La ligereza ayuda a los cercanos.